Escribí el recuerdo de sus manos,
su tacto,
la pulcritud
con la que bañé mi boca de un deseo
que no quiero olvidar.
Añoro sus labios
reclamo el cuerpo, y su melodía de notas opacas.
Cuando el recuerdo vuelve,
no hay bombeo de sangre que lo soporte
separado por una delgada linea de la realidad.
Es un cansancio que se hace sombra,
y yo soy un temblor de sueños desgastados,
que mi mente agotada quiere olvidar.
El olvido es nada,
no sabe de si mismo, es ausencia,
no hay lugar en la evocación al que regresar.
Yayone Guereta.
Foto extraída de Google.
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