Noches de boleros
cantados por una rota voz,
las manos cansadas a un piano
de un viejo trovador,
tararea antiguos amores
desde su imaginación.
El alba asoma
se termina su actuación,
sin penas ni glorias
se retira a su lejano malecón,
donde transcurren sus días
y acuestas lleva su canción.
Canta historias pasadas
para mantener la ilusión
de una juventud vivida
que en partituras quedó.
Lloró...
Yayone Guereta.
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