Y siendo fragancia de sándalo,
deja impregnado el recuerdo en una piel que no olvida,
alberga en las entrañas el aroma
cuando es olfateado en cualquier esquina.
Podría ser ceniza y esparcirme entre los vientos,
y no guardar la presencia
obstinada de aquellos labios
bajo el Chandan de hojas perennes dulces.
Pero aún queda musgo en mi olvido,
siendo olivo aferrado a la tierra,
donde el tiempo consume los días
y las manos que regaron alegría
recuerden por inercia.
En los huecos escondo los pasos,
los que caminaron a la vera de aquel árbol,
del que probé la esencia por amor
y queda sentenciada la existencia
en este vacío corazón.
Yayone Guereta.
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