De nuevo emergió
a un mar de lamento
de orillas fraguadas
y diques secos,
la boca cansada
de palabras al viento.
Otra vez el silencio,
enmudece
en las largas noches
que lleva dentro,
siempre en su mundo
soledad en sus adentros.
Entre las rejas de una casa vacía
donde la tibia luz
apenas roza su cuerpo,
recordará aquellas tardes
sentada mirando al cielo,
como deja comerse la vida
mientras permanece en su invierno.
Yayone Guereta.
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