Era joven, sin embargo,
prendía arrugas de vejez es su alma,
aunque por los poros de su piel, aún respiraba.
Con anhelos por volver a sentir
unas manos
que le diesen vida a su desgarrada mirada,
que le hiciesen vibrar como en otra etapa.
Echaba de menos esa necesidad tan humana.
Ya no espera ni cree en milagros,
aunque se aferra a una esperanza
que le tienda la mano esta existencia
para no acabar sus días deteriorada
y creer que las caricias no dañan.
Yayone Guereta.
Bello muy bello..de verdad..Un beso!!
ResponderEliminarGracias Cesar. Un fuerte abrazo.
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